+ CAMPOSANTO: 17 h.
+ CORRALES: 18 h.
+ BELLAVISTA: 19 h.
+ ALJARAQUE: 19,30 h.
+ CORRALES: 18 h.
+ BELLAVISTA: 19 h.
+ ALJARAQUE: 19,30 h.
Los santos, y los difuntos. El 1 y el 2 de noviembre hacemos memoria agradecida. Reflexionamos sobre nuestro camino, como peregrinos en el mundo, y sobre nuestro destino, como bienaventurados del cielo: Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo,
de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará
nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa
energía que posee para sometérselo todo. (Flp 3, 20-21).
Rogar por nosotros y por ellos nos llena de Esperanza. ¡Qué podemos pedir para nosotros, los
vivos, que no se nos esté dando…! ¡Qué para ellos, los difuntos, que no
estén ya gozando con Él! Escuchar nuestros deseos profundos en relación a
nuestros hermanos, ponerlos en palabras y dejarlos delante de
Dios es un ejercicio que puede darnos Esperanza para afrontar la vida y el paso a la “otra vida”.
Cuando los difuntos se hacen presentes en nuestra oración pedimos por
ellos y por nosotros. Expresamos que los echamos de
menos, que querríamos recuperarlos y tenerlos como antes, que volveremos a encontrarnos. Imaginamos que nos miran, que
saben de nuestras vidas, que están pendientes de lo que nos pasa, de nuestras desdichas y de nuestros logros. Imaginamos
que reciben a los que van llegando y les dan la bienvenida.
Pedimos para ellos el abrazo misericordioso de Dios. ¡Y para
nosotros también!
La vida plena para los vivos y la vida eterna de los difuntos. Roguemos al Señor... Rogar a Dios por los vivos porque hay gente que sufre tantísimo
por la violencia, por el hambre, por la pérdida del empleo. Y rezar a Dios por los difuntos. Hoy más que nunca es necesaria esta obra de
misericordia, porque rezar por
los demás nos abre el corazón. Rezar por la salvación de
quienes ya dejaron esta vida, significa confiar en el Amor. Una oración que hace memoria agradecida expresa que confiamos a su
Corazón los anhelos más íntimos de las personas. El
anhelo mayor es disfrutar, cuando llegue el día, del abrazo de
nuestro Padre Dios. Decálogo de vida en la experiencia de muerte.





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